Empujado por la crisis energética, Japón vuelve a priorizar la energía nuclear

El Gobierno de Japón acordó hoy extender la vida útil de sus reactores nucleares por encima de los 60 años, que es el límite actual, en un contexto de escalada de los precios energéticos desatada por la guerra en Ucrania.

La decisión del Gobierno del premier Fumio Kishida marca un giro radical en la política energética de Japón, y anticipa el fin del apagón nuclear de facto decretado tras la tragedia de 2011 en la central de Fukushima.

Tras el terremoto y tsunami de 2011, debido a los daños sufridos por la central, autoridades pausaron su apuesta por la energía atómica y tomaron compromisos específicos para no construir nuevos reactores ni sustituir los obsoletos.

Hoy sin embargo, el país decidió regresar a esta industria, con vistas incluso a que, a largo plazo, haya reactores de nueva generación, dentro de un paquete de medidas con el que el Gobierno aspira a reducir las emisiones contaminantes y garantizar el suministro tras las sanciones generalizadas a Rusia por la ofensiva lanzada sobre Ucrania.

En el último año fiscal, solo el 13,4% de la energía consumida era propia en Japón, país que mantiene 2050 como año objetivo para completar la descarbonización y llegar a la neutralidad en materia de emisiones.

Kishida dijo hoy que la reforma llegará al Parlamento cuando arranque el periodo de sesiones en 2023 y se comprometió a abordar dentro de estos cambios “el problema de fondo de los desechos radioactivos”.

El 24 de agosto pasado, Kishida había preanunciado este giro en la política energética japonesa, cuando declaró ante periodistas que la invasión rusa de Ucrania había “transformado enormemente el panorama energético mundial”, y por ello “Japón necesita tener en mente potenciales escenarios de crisis en el futuro”.

En ese entonces, el premier avanzó la elaboración de un plan que contemplaba la construcción de una nueva generación de plantas nucleares y contar con un total de 17 reactores para el próximo verano (boreal) que permitiera reducir las emisiones de CO2; y asegurar el suministro.

En marzo de 2011, un terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter, cuyo epicentro estuvo frente a la costa de Japón, provocó un tsunami que dañó tres reactores en la planta de Fukushima Daiichi, en el peor accidente nuclear de la historia desde el desastre de Chernóbil, Ucrania, de 1986.

El Gobierno japonés y la nueva autoridad reguladora para la energía atómica debieron establecer nuevos criterios de seguridad más estrictos, que obligaban a todas las plantas del país a suspender operaciones hasta cumplir con los nuevos estándares.

Solo unos pocos reactores recibieron el visto bueno de las autoridades para volver a funcionar.

La mayoría se mantuvo inactivo y no se construyeron nuevas instalaciones.

 

 

 

 

 

Fuente: Télam.